Ayer escribí sobre una máquina de ídem que vi pasar entre cajas. También, que investigaría sobre eso de “Díselo a Mónica”, dispuesto en una de las columnas del claustro. Esta mañana he averiguado que los dos enigmas son uno solo.
¡Mónica es la máquina! Una Olympia de los años sesenta del siglo pasado, que funciona como herramienta para que las artistas se comuniquen, o cuenten cosas. De manera anónima.
El procedimiento va así: quienes quieren escriben lo que quieren en unos papelitos, que posteriormente depositan en una caja de cartón. A lo largo del día, Mercedes recoge los papelitos, sin firmar, sin autoría, y los transcribe en Mónica. Después, sale al claustro (casi siempre descalza, por cierto) y los pega en la columna forrada de papel marrón. Las artistas van leyendo los mensajes a su ritmo y se mantienen enteradas. Yo también.

Se cuentan todo tipo de cosas. Por ejemplo, alguien pedía fruta para el desayuno, otra persona compartía la querencia de cantar por Rocío Jurado en mitad del claustro, cogida de la mano de su madre… Esto me ha emocionado, la más grande, la primera coplera feminista, me gusta mucho. Y me ha sorprendido el que me mencionaran en un par de notas. “Creo que Magalie vive en mi baño”, dice una; “Magalie habita en mi habitación”, dice la otra. Queridas artistas, a lo largo del día y de la noche, os visito a todas. Con curiosidad y sin acritud.
Hoy ha sido el primer día de trabajo de todos los grupos. Tres por la mañana, dos por la tarde. Las he visto bailar, saltar, correr, escribir, jugar… creo que se han entendido bien, después de solo unas horas, se las ve de lo más atareadas.
Hace un rato, en la sesión de Jesús Benzal, me he colado para hacer el calentamiento inicial, pero lo he dejado a los cinco minutos. En lo de estirar, me quedé en Eva Nasarre. Por la mañana también estuve en la sesión de Teresa Rivera. Coordina el proyecto TRES, en el que son SEIS. Esas cosas me gustan: cuando la descripción añade lecturas no dichas al nombre. Alberto ha corrido alrededor del claustro en la primera planta, y yo con él. Qué bonito se mueve.
Mientras, en la oficina, la actividad tampoco ha parado. Caterina tiene una impresora A3 que me encanta. Se lo he comentado a Virginia, cuando fui a devolverle el abrigo que me prestó ayer, y se ha puesto nostálgica. Dice que esa oficina le recuerda en varios sentidos a su Hogarh Press. “Escribir tiene la ventaja de convertir el domingo en un día laborable”, me ha dicho.
Me quedo pensando que leer estudiando, que es lo que voy a hacer ahora, también tiene esa ventaja. Le he echado el ojo a una revista que tiene Caterina en su mesa y que ha editado ella misma junto a otra compañera: cara a unha escena plural, se llama.
Buenas noches y amaneceres.